Este año, la peregrinación de Santa Teresa de Los Andes coincidió con la celebración del cumpleaños de
Así que el “cluss” tuvo sólo dos representantes en la ruta al Carmelo: “Miri Gruñitos rodilla vendada buscando helado no derretidos” y “Sole asmática casi ahogada por el polen y polvo amante del agua helada para lavarse la cara”
Con el car’e gallo más sonriente que hace años caminamos a paso “lento pero seguro”, en un silencio asmático que promovió la reflexión interna. Siendo honestas, soñábamos con el milagro que la cruz estuviera más cerca, que el gimnasio hiciera algún efecto de resistencia, que el polen no quisiera estar presente, que el agua de los camiones aljibes se transformara en Coca Light con hielo incluido y la organización entregará en la cima a cada peregrino una reposadera con ruedas para luego de almorzar bajar a la carretera en una competencia de carritos chocadores.
No camino por asegurarme el viaje de regreso de mi entrada a pabellón, tampoco lo hago porque sea una tradición heredada de mis años de pastoral juvenil. No tomo mi mochila y bloqueador porque crea que esta es la forma para dar las gracias de todas las bendiciones de este año…
Camino porque creo que en medio de estos cerros renuevo el sentido de mi propia ruta de regreso a la casa del Padre, camino porque es un tiempo de alabanza, de regaloneo, de sacrificio, de esfuerzo - como la vida misma!..
Y ahí, en medio de la misma huella que he recorrido en compañía de tantos que hoy no están en mis días, logro dar sentido a mis sentimientos, los sueños se transforman en proyecto y las ganas en constancia.
Ore por aquellos que tanto quiero, a los que se lo repito cada día y por aquellos a los que hace mucho no existe una ocasión para decirlo.
Me acorde de todos y de tantos…
Pedí por la felicidad de los que quieren mi bien y también por los que se les hizo costumbre hablar mal de mí y que juzgan mis acciones bajo la lupa del egoísmo.
Y Teresita me miro, sonrío de mi cansancio y al celebrar
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