miércoles, mayo 3

Un poco de mí Es tiempo de Confiar, de Rezar, de Esperar


Soy una mujer afortunada... a días de cumplir 29 años tengo mis 4 abuelos vivos y una bendición que se llama Otilia Clementina Güisto Gordillo, que en la línea cronológica es la madre del padre de mi madre, en fácil y para todos, es mi bisabuela, pero la verdad es que ella es mi vieja chica.
Según su carnet de identidad tiene 99 años, pero ella recuerda cuando la fueron a inscribir. Se queja poco, se rie fuerte, le ha sacado la lengua un par de veces a la hermana muerte, tiene sus manos heladas, le gusta el pescado frito, habla dormida con los muertos, reza el rosario más corto de lo normal y su misterio favorito es el primero de los gloriosos: "La Triunfante Resurrección de Jesús".
En verano fuimos juntas a la playa. Se puso traje de baño, se reía de los comentarios pesimistas de mi abuela materna, reía como una niña cuando comimos pan de huevo y tomabámos helado sin permiso de mi mamá, que a todo esto se ha convertido en su mamá Rosa.
Tiene sobre sus hombros una vida que perfectamente podría servir de guión para una teleserie. La casaron a los quince años, fue mamá super chica, se aburrio, se separo y se vino a la capital y trabajo en una fábrica de sombreros. Se volvio a casar, tuvo la hija que tanto soñaba. Enviudo y llevo flores a la tumba de su hija hace siete años.
Ahi fue cuando llego a mi casa, con la voz fuerte de la sangre española que tiene y no le gustaba mucho que le hicierámos cariño. Pero los González Aramundiz la domesticamos - como el zorro del Principito- hoy es una dulce abuelita, que deja que la comas a besos y te llama para que le hagas cariño en la barriga.
Anoche tuvimos que dejarla en el Hospital. Una infección urinaria la tiene complicada y es tiempo de confiar, de creer, de rezar... Todo se pasa, Dios no se muda.
Por eso quiero invitarlos a unirse a esta cadena de amor que hemos iniciado. Todos los días a las 22 horas, un Padre Nuestro y 3 Ave Marías. La intención es sencilla, queremos pedir que se cumpla la voluntad del Padre, si es su hora que sea en la paz de la certeza de la Resurrección... si aún quedan huellas que hacer en esta vida... Bienvenida!!... Quien a Dios tiene nada le falta.
SUPLICA EN LA ENFERMEDAD
A Ti, Señor, que pasaste por este mundo "sanado toda dolencia y toda enfermedad", levanto mis gritos y gemidos, yo, pobre árbol azotado por el dolor. Hijo de David ten piedad de mi.
Mi salud se deshace como una estatua de arena. Estoy encerrado en un círculo fatal: el hospital, la cama, los análisis, los diagnósticos, el alcohol, el algodón, el médico, la enfermera... no salgo de ese círculo. Una fiera llevo clavada en lo más recóndito de esta parte de mi cuerpo, y nadie descubre su figura. Ten piedad de mí, Señor.
Dios mío, cada mañana me levanto cansado; mis ojos enrojecen de tanto insomnio. Con frecuencia me siento pesado como un saco de arena. Mis huesos estan carcomidos, mis entrañas deshechas, y como un perro rabioso me muerde el dolor. Y, sobre todo, el miedo, Señor. Tengo mucho miedo. El miedo como un vestido mojado se me pega al alma. ¿Qué será de mí? ¿Amanecerá para mí la aurora de la salud? ¿Podré cantar algún día el aleluya de los que se sanan?
¿Me visitarás alguna vez, Dios mío? ¿No dijiste un día "levántate y anda"? ¿No dijiste a Lázaro: "sal fuera"? ¿No se sanaron los leprosos y caminaron los cojos al mando de tu voz? ¿No mandaste soltar las muletas, caminar sobre las aguas? ¿Cuándo llegará mi hora? ¿Cuándo podré narrar, también yo, tus maravillas? Hijo de David, ten piedad de mi, Tú que eres mi única esperanza.
Sin embargo, sé que hay otra cosa peor que la enfermedad: la angustia. Es buena la salud pero mejor es la paz. ¿Para qué sirve la salud sin la paz?. Y lo que me falta ante todo es la paz, mi Señor Jesucristo. La angustia, la sombra oscura hecha de soledad, miedo e incertidumbre, la angustia me salta a ratos, y aveces me domina por completo. Con frecuencia siento tristeza, y a veces tristeza de muerte.
Necesito paz, Señor Jesús, esa paz que sólo Tú la puedes dar. Dame esa paz hecha de consolación, esa paz que es fruto de un abandono confiado. Dejo, pues, mi salud en manos de la medicina, y haré de mi parte todo lo posible para recuperar la salud. lo restante lo dejo en tus manos.
A partir de este momento suelto los remos, y dejo mi barca a la deriva de las corrientes divinas. Llévame a donde quieras, Señor. Dame salud y vida larga, pero que no se haga lo que yo quiero sino lo que quieras Tú. Sé que esta noche me consolarás. Lléname de tu serenidad, y eso me basta. Así sea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué palabras se pueden agregar...sólo que tu vieja chica es fantástica...

Con el cariño de siempre
y juntos en oración,

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