-¿Qué haces ahí? -preguntó al bebedor que estaba sentado en silencio ante un sin número de botellas vacías y otras tantas botellas llenas.
-¡Bebo! -respondió el bebedor con tono lúgubre.
-¿Por qué bebes? -volvió a preguntar el principito.
-Para olvidar.
-¿Para olvidar qué? -inquirió el principito ya compadecido.
-Para olvidar que siento vergüenza -confesó el bebedor bajando la cabeza.
-¿Vergüenza de qué? -se informó el principito deseoso de ayudarle.
-¡Vergüenza de beber! -concluyó el bebedor, que se encerró nueva y definitivamente en el silencio.
Y el principito, perplejo, se marchó.
"No hay la menor duda de que las personas mayores son muy extrañas", seguía diciéndose para sí el principito durante su viaje.
(El Principito de Antonine de Saint-Exupéry, Cap. 12.)
Amaba su mirada transparente, su risa de niño, su pasión por la vida, lo simple de sus palabras y la profundidad de sus sueños de Principito...
Hoy sólo me encontre con triste reflejo del hombre del tercer planeta... sin comentarios, continuo mi rumbo.
¡Anhelos de primavera!
(El Principito de Antonine de Saint-Exupéry, Cap. 12.)
Amaba su mirada transparente, su risa de niño, su pasión por la vida, lo simple de sus palabras y la profundidad de sus sueños de Principito...
Hoy sólo me encontre con triste reflejo del hombre del tercer planeta... sin comentarios, continuo mi rumbo.
¡Anhelos de primavera!
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