jueves, julio 5

Enterrando el pasado

Hoy fueron los funerales del ex agente de la Dirección Nacional de Inteligencia (Dina), Osvaldo Romo Mena.
No hubo flores, ni homenajes, ni ceremonia religiosa, ni llantos, ni deudos.
Fue enterrado en la más absoluta y merecida soledad. Detrás de un sencillo ataúd donado por una institución de caridad, marchaba sólo el guardia del recinto con la ingrata tarea de ayudar al sepulturero a levantar el cajón y colocarlo a ras de suelo en el nicho 39 del Cementerio General.

Alrededor del recinto, Carabineros de civil resguardaban que familiares de hombres, mujeres y niños que murieron torturados en la dictadura de Pinochet, no se acercaran a su tumba para recordarle que en la vida que viene después de la muerte no existe ley de Anmistia, ni beneficios vergonzosos de instituciones marciales.
La verdad es que nadie fue. ¿A qué?. Si los años se encargaron de recordarle que los castigos realizados no quedan impunes. El silencio, la soledad, la angustia, la tristeza de todos aquellos mártires de la democracia que perdieron su vida en centros de tortura que Romo coordinaba, fueron sus compañeros en la cama de hospital.

Su muerte se debió a una insuficiencia cardiaca descompensada, cardiopatía coronaria y pie diabético infectado. Murio ahogado. Ahogado y dejando sin condena efectiva el secuestro calificado de siete miembros del MIR. Murío en espera de sentencias condenatorias por otras diez desapariciones. Murio sin condena dictada por cuatro acusaciones comprobadas. Murio sin tener el valor de escuchar los comparendos de 55 procesamientos por secuestro que aguardaban por él. Murio con 14 encausamientos por torturas a sobrevivientes de Villa Grimaldi.

Ni sus hijos lo acompañaron...
Nadie lamento su partida...
La historia lo recordará como un asesino... y un cobarde
Sólo fortaleciendo nuestra democracia, el nunca más será nunca más.

Solgonara





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