DETRÁS DE CADA DECISIÓN HAY UNA RENUNCIA.

Cuando ya estas coqueteando con la barrera de los treinta, no puedes decir que eres un proyecto de lo que soñaste ser. Debes asumir con dignidad lo que ya eres, con lo bueno y lo malo sin olvidar que todas las versiones tienen su dos punto cero y quedan algunos años para poder renovarse.
Hoy soy una mujer encantadora, que se encuentra en los metros finales de sus primeros desafíos en serio. Que conoció la angustia de la derrota por esconderse en la oscuridad de la mentira y descubrió la esperanza, al encontrar las huellas a la luz en el perdón de su familia. Mujer, cuya fortaleza de su capacidad de amar fue puesta a prueba por la inconsistencia y orgullo de un hombre, al que creyó su compañero de ruta y que un día la miro a los ojos y le pidió que no hiciera nada más y se alejara de su vida, con el silencio como única respuesta.

Muchas enseñanzas tengo en mi libro de ruta y muchas hojas en blanco aún… Aprender. Tras largas introspecciones este es mi gran desafío por estos días. Nadie puede levantar la mano y decir que al inicio de este camino le prometieron que el sería sencillo. Afirmó que quien lo señalé esta mintiendo.

Esta semana he debido tomar una decisión, optar por el amor y el bien mayor y créanme que no ha sido sencillo. Lo he rezado, lo he conversado con algunos objetivos personajes y he decidido por aquello, cuyas consecuencias soy capaz de asumir.

He comprendido que en la vida hay que hacer no sólo lo que nos gusta o acomoda sino aquellos que debes. La verdad es que tras cada decisión existe una renuncia. Mientras avanzas por una ruta siempre hay un camino que dejaste de hacer. Y mientras avanzo por el que ya elegí no puedo dejar de preguntarme si hice lo correcto.

La paz es la mejor señal, me grita mi conciencia.
Todo bien mayor tiene una cuota de dolor, exclama el corazón.
Es un proceso que necesita tiempo, me apunta mi racionalidad.
Quien a Dios tiene nada le falta, pues sólo Dios basta, mi fe… con esta me quedo.