Las callecitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo…

Cumpliendo lo prometido a principios de este año, el lunes pasado fui a mi primera clase de tango. Esperaba encontrarme con al menos cinco parejas además de la que conformo con Luis Herrera, mi amigo de tantos años.
Para mi sorpresa no fue así, el gran curso se conformaba de dos personas: él y yo. Lo que podría ser un problema se transformo en una ventaja, la profesora tenía ojos sólo para nosotros y nuestros pasos más cercanos a la salsa que al romántico baile argentino.
En una sala rodeada de espejos y envuelta con las primeras notas de “Caminito que el tiempo ha borrado”, los nerviosos principiantes escuchamos la historia, indicaciones e intención de la balada de Gardel. Con risas nerviosas aprendimos el paso básico y las primeras vueltas.

Que la pierna más atrás, no olvides juntar los pies, tómalo del músculo del brazo -cual?- que debes cruzar las piernas al retroceder, deja de mirar el suelo, no es de la cintura –repito, cual?- ahora si, uno, dos, tres, noooo!!!, no va una pausa, es continuo…
Con estas y muchas más indicaciones pasaron volando las dos horas de clases…

Con Lu nos animábamos en silencio. Quizás ambos nos repetíamos internamente que vale la pena escuchar que te digan que eres tieso o pisarnos al equivocar el pie de salida ya que nuestra graduación será en la mismísima república Argentina, a donde pensamos escaparnos un fin de semana con el único propósito de poder bailar, creyéndonos expertos en el arte de seducir verticalmente.
El domingo en la tarde vamos a ensayar… quizás el próximo lunes tengamos más compañeros que los espejos y el equipo de música, entonces pasaremos a ser de los alumnos que rasguñan por el 4 a los mejores del salón.

Dónde venderán panties con diseño de bailarina de tango???